jueves, 5 de agosto de 2010

El aragonés errante

Un terremoto emocional,
endemoniado un jaguar que les observa desde la espesura de la selva.
Una cinta de seda alrededor
de una bomba de relojería a punto de estallar.

Una maniobra de nunca atracar,
un perfume de aromas orientales,
un desayuno con tamales,
un accidente previsto en los planes,
del artista equilibrista, del aragon
és errante,
a punto de traspi
és.

Una lagrima como una perla,
que vuelve al mar, sea como sea.
Suplicando por algún tipo de relaci
ón digna de llamarse humana,
que lleve la pena y la quebrada en el bolsillo del coraz
ón.

Una de esas malas compa
ñías,
factoría de melancolía,
que no vienen a ver si pueden,
sino porque pueden vienen,
una indígena alienígena,
que solamente bebe
justicia po
ética.

Una contienda contenida y loca,
un beso en la boca de la botella
de flor de ca
ña -gran reserva-,
sobre una mesa repleta de vasos vacios
y limones exprimidos.

Y una sed de ilusiones infinita,
donde nacen y mueren
las acciones que brillan,
en el tiempo que contempla
un mundo hecho a medida,
no s
ólo del que siembra,
sino del que es semilla.


Autor: Enrique Bunbury

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